Fue hace bastante. Estaba en Auschwitz. No sé si recomiendo visitar, o no, un campo de concentración. Tengo sentimientos encontrados en relación a esto. Pero llegué ahí, como muchas otras veces, sin habérmelo cuestionado.
Hay algo de todo el movimiento nazi que me seguía sorprendiendo: la poca conexión con la culpa. Estaban matando a miles de personas por un conflicto de creencias. Me faltaban historias de individuos que no pudiesen soportar la culpa y diesen un paso hacia atrás. Incluso un paso al lado, un “me voy con los otros”. Hay historias, sí, pero son pocas. De hecho, por eso pudo mantenerse durante 12 años el terrible holocausto.
Es como si el funcionamiento del ser humano se hubiese desactivado durante unos años permitiendo así esa atrocidad.
La culpa es una emoción que nos ayuda a identificar que estamos generando un daño en el otro. Es una emoción sin la cual no habríamos sobrevivido como especie. Es tanto el malestar que puede llegar a generar que en muchas ocasiones nos paralizamos.
Fue allí cuando me di cuenta y comencé a comprenderlo todo. Habían diseñado la estrategia perfecta para alejar a cada uno de los individuos de este estado emocional. Es sencillo, si no siento culpa puedo permitirme continuar en dicha dinámica. No hay parálisis, no hay autocrítica.
¿Cómo lo hicieron? Ninguno ejecutaba la secuencia completa. Imaginad:
Uno de ellos se encargaba de trasladar a los presos.
Otro de ellos se encargaba de pedirles que se quitasen las vestimentas.
Otro de ellos presionaba una palanca.
Incluso había secuencias de pelos de punta. Cuando algún preso iba a ser ejecutado por un disparo. Uno de los verdugos les llevaba a un muro. Les apoyaba contra la pared.
Al otro lado del muro había una persona con una pistola. Esta persona solo tenía que disparar por un agujero.
Al otro lado del agujero estaba la cabeza de la víctima.
Si miramos cada comportamiento de manera individual podemos entenderlo.
Yo solo estoy moviendo un grupo de gente de un lado a otro.
Yo solo presiono este botón.
Yo solo disparo por un agujero.
Yo solo sitúo a personas en este muro.
En fin, que nadie está responsabilizándose aquí. Esto permite hacer una atribución externa de lo que sucede. ¿La culpa? La culpa no es mía. Pero en realidad son cada uno de los comportamientos que emiten los que acaban generando la secuencia perfecta y los múltiples asesinatos y pérdidas.
Es el dominó perfecto. Y se necesitan a todas las piezas.
Esta reflexión no es solo para comprender el pasado. Nos puede ayudar a mirar el presente de manera diferente. Porque en el presente hay muchos muchos dominós funcionando.
Formamos parte y contribuimos a muchos resultados. El otro día veía cómo esto sucedía y mantenía una experiencia de bullyng.
Yo solo miré hacia otro lado.
Yo solo le pedí que se defendiese.
Yo solo le dije que no podía juntarme con él porque me iban a insultar a mi.
Yo solo le dije que era muy quejica.
Yo solo le dije que era muy débil.
Yo solo le dije que había cosas más importantes en la vida.
Y si miramos cada comportamiento individual puede que no nos echemos las manos a la cabeza, pero sí miramos el resultado global, podremos comenzar a entender que un ligero movimiento puede cambiar la dinámica.
¿Hay dominós en tu trabajo? ¿en tu familia? ¿en vuestra sociedad?