No te creas todo lo que piensas.
A veces somos capaces de hacer con nuestros pensamientos una gran y demoledora madeja de lana autodestructiva.
Cada uno percibe la vida de una manera distinta. La realidad no nos llega a todos por igual, puesto que cada quien la percibe, la interpreta y codifica según sus esquemas, creencias y valores. Este ejercicio de necesitar explicarnos lo que vivimos, lo que nos pasa, es constante; tanto, que no siempre nos damos cuenta de lo que estamos pensando. Es entonces cuando hablamos de pensamientos automáticos.
Cuando algo nos molesta, nos hace daño o nos sorprende, sentimos enfado, tristeza o sorpresa. Es decir, lo primero que identificamos es la emoción. Nos sentimos mal y no sabemos por qué; pero detrás de ese sentimiento hay un pensamiento negativo que se ha desencadenado automáticamente y del que a veces no nos percatamos.
Los pensamientos negativos automáticos pueden ser breves y tener este formato:
-Reconstrucción de un suceso pasado (rebobinar)
-Creación ficticia (y si hubiera hecho o dicho)
-Adivinación en negativo (anticipar el futuro)
-Exigencia culpabilizadora (habría que…, tendría que…)
Los damos por válidos sin cuestionarlos. Y no es así. Un trabajo continuado para traerlos al plano de la consciencia puede ayudarnos a analizarlos desde la lógica y comprobar si te llevan a conclusiones exageradas.
Estos pensamientos llevan tanto tiempo contigo y les concedes tanta verosimilitud que se te “cuelan” en tu diálogo interior como una voz en off permanentemente, machacándote sin piedad lentamente.
Así que…ya sabes, no te creas todo lo que piensas y aprende a cuestionarte tus propios pensamientos.