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¿Te esfuerzas lo suficiente?

28 mayo, 2015 carmen Sin categoría

FOTO ART ZANAHORIA

A veces entramos en estados negativos de desaliento, angustia y desazón debido a que esperamos estar satisfechos sin  querer hacer nuestro mejor esfuerzo, por ende nos quedamos molestos e irritados, culpando al mundo de nuestra falta de iniciativa y acción.

¿Quién dijo que tener  dificultades en la vida sea algo malo? 

Los sabios de la Cabalá explican que los obstáculos que percibimos en nuestra vida diaria, son una bendición oculta que nos permiten sacar lo mejor de nosotros. Si tuviésemos todo fácil,  no experimentaríamos deseo alguno por cambiar ni avanzar. Seriamos niños a la espera que el mundo nos provea de lo que precisamos, entonces… ¿para que esforzarnos en la vida por cambiar y crecer?

El valor del esfuerzo 

Una tarea urgente para hacer de los niños personas que sepan afrontar las dificultades, consiste en enseñarles el valor del esfuerzo, la necesidad de una fuerza de voluntad fuerte.

Entre los 7 y los 12 años los niños se encuentran en un momento decisivo de su vida. Es la etapa en la que hay que comenzar a desarrollar las principales virtudes. Es el momento de educarles en la generosidad, ayudarles a ser trabajadores, sinceros…y, por supuesto, es cuando se da el impulso de salida para crear en ellos la capacidad de esfuerzo.

Hay que luchar para evitar la formación de una personalidad débil, caprichosa e inconstante, propia de personas incapaces de ponerse metas concretas y cumplirlas. Al no haber luchado ni haberse esforzado a menudo en cosas pequeñas, tienen el peligro de convertirse en no aptos para cualquier tarea seria y ardua en el futuro. Y, la vida está llena de este tipo de tareas.

¿Cómo hacerlo?

La respuesta está en ofrecer siempre ayuda, cada día más, para adquirir unas capacidades muy importantes para poder enfrentarse a la vida; la voluntad para la lucha, la capacidad de sacrificio y el afán de superación. Si no se consiguen, se cae en la mediocridad, el desorden, la dejadez… Por eso, no es de extrañar que hayan llamado a la fuerza de voluntad la facultad de la victoria. 

Para poder inculcar en los niños el valor del esfuerzo y una educación basada en el mismo, es necesario tener en cuenta una serie de criterios:

– El ejemplo por parte de los adultos tiene una gran importancia, especialmente el de los padres. Los niños necesitan motivos valiosos por los que valga la pena esforzarse y contrariar los gustos cuando sea necesario. Hay que presentar el esfuerzo como algo positivo y necesario para conseguir la meta propuesta: lo natural es esforzarse, la vida es lucha.

– Es necesario cierta exigencia por parte de los adultos. Con los años, es lo deseable, se transformará en autoexigencia. Hay que plantear metas a corto plazo, concretas, diarias, que los adultos puedan controlar fácilmente: ponerse a estudiar a la misma hora, dejar la ropa doblada por la noche, acabar lo que se comienza, etc.

– Las tareas que se propongan a los niños han de suponer cierto esfuerzo, adaptado a las posibilidades de cada uno. Que los chicos se ganen lo que quieren conseguir. Las tareas tendrán una dificultad graduada y progresiva, según vayan madurando. Conseguir metas difíciles por sí mismos, gracias al propio esfuerzo, les hace sentirse útiles, contentos y seguros.

– Muchas veces el fracaso será más eficaz que el éxito en la búsqueda de una voluntad fuerte. Y es que a nuestro entender, son dos los conceptos claves para la promoción del esfuerzo: voluntad y motivación. 

La voluntad  se puede trabajar y entrenar día a día con el fin de automatizar los comportamientos y así, disminuir la sensación de esfuerzo. La paciencia es el soporte esencial de la voluntad y si el adulto no es capaz de tenerla, mal va a poder enseñarla al niño.

No hay esfuerzo si no hay motivo. Sin motivación es imposible que alguien luche por una meta. Sin una meta, sin un objetivo… no existe el movimiento. 

Por tanto, es básico conocer, aplicar y generar las motivaciones que impulsan al niño, para lo que se deberá conocer y escuchar a los hijos, entrenándoles en la capacidad de motivarse a sí mismos. Esperar la suerte, la lotería, ser “elegido”… son respuestas pasivas que no implican apenas esfuerzo. No hay esfuerzo cuando se tiene todo lo que se desea, no hay esfuerzo cuando antes de abrir la boca se tiene una necesidad cubierta.

Los sabios del Talmud, explican: “Un grano cosechado por la persona es mucho mejor que 9 granos regalados”. El esfuerzo en alcanzar algo muchas veces nos trae un sabor diferente, que nos ayuda a valorar y apreciar realmente lo que tenemos. Nos ayuda  a entrenarnos y descubrirnos como personas con habilidades «ocultas». Cuando nos esforzamos en dirigirnos hacia donde deseamos, podemos sentir miedo pero también estamos vivos. Y lo mejor de todo es que sacamos a la superficie aquellas capacidades y potencialidades que se mantenían  dormidas dentro de nosotros.

Y tú… ¿Qué resultados esperas de tu vida actual? ¿Cuáles son aquellas áreas en tu vida en las que precisas esforzarte realmente para cambiar y crecer? ¿Estás dando lo mejor de ti o estás esperando que «caiga en tus manos» lo que deseas?

Esforzarse tiene sus riesgos…y también sus grandes ventajas.

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