Es un gran error minimizar el dolor de una persona por miedo a verle sufrir. Por ello, nunca se deben decir frases del tipo: “Esto pasará pronto”, “verás cómo mañana te sientes mejor”, “no estés triste”… Ya hemos comentado que el dolor sólo se supera a base de ser comunicado, exteriorizado y compartido. Por ello, el entorno familiar tampoco debe sobreproteger a la “víctima” hasta el punto de no permitirle sentir debilidad. ¿Cómo se debe entonces actuar ante el dolor ajeno? Con respeto, y entendiendo que cada persona tiene su propio ritmo y su proceso interior a la hora de avanzar.
Por otra parte, también es bueno proponer planes tranquilos a la persona que está sufriendo para que pueda salir de casa y distraerse: por ejemplo, salir a dar un paseo, tomar un café, ir al cine para ver una película… En ningún caso se debe evitar el tema, ya hemos aprendido que todo aquello que se intenta ocultar tarde o temprano sale a la luz con más fuerza.
Vivir con sufrimiento
El duelo es doloroso, y no podemos hacer nada para evitarlo. Es la reacción esperada ante cualquier pérdida. La muerte de un ser querido es una de las situaciones más duras que tiene que enfrentar un ser humano. El duelo no es una enfermedad. La enfermedad sería no hacerlo. El duelo es doloroso, y no podemos hacer nada para evitarlo. No hay atajos, no hay una varita mágica. Sin embargo, debemos saber, que cualquiera de nosotros está capacitado para superar un duelo. Sin embargo, es fundamental tener un estilo de vida activo frente al dolor y continuar con unas rutinas concretas.
Todos los duelos no son iguales
Aunque el proceso de duelo se pone en marcha de manera natural en todas las personas, hay situaciones que pueden hacer más difícil, más duro, más largo el camino de la recuperación: Cómo fue la muerte. No es lo mismo una muerte esperada a la que nos hemos ido preparando, que una muerte repentina. Y si la muerte es inesperada, no es lo mismo que la causa sea una enfermedad, por ejemplo, un infarto, que algo traumático o violento cómo un accidente. Todavía será más difícil si ha sido por un suicidio o como consecuencia de un asesinato… Cómo suelo responder en mi vida ante las adversidades. Puede también dificultar el duelo el modo en que suelo enfrentarme a las situaciones de crisis. O si padezco problemas de ansiedad o depresión. Cómo era mi relación con la persona fallecida. Qué era esa persona para mí, qué me daba, cómo de intensa que era la unión. Tampoco será lo mismo si nuestra relación fue tranquila, serena, armoniosa. O, por el contrario, fue más bien difícil, conflictiva, ambivalente (mezcla de amor y odio), muy dependiente, etc.… A quién he perdido. No es lo mismo perder a tus padres ancianos (por doloroso que esto pueda ser) que la muerte de un hijo, especialmente si es todavía niño o adolescente… La pérdida de un hijo es posiblemente la pérdida más dolorosa que puede sufrir un ser humano.
El duelo tiene un final
Cuando estás inmerso en el dolor del duelo te parece que nunca vas a poder salir de ahí. ¿Por qué? Porque sabes que nunca vas a recuperar a tu ser querido. Pero todo lo que comienza tiene un final. De la misma manera que comenzó un día, tendrá también que terminar. Terminar no es olvidar, pasar página, abandonar al otro. Ese es el gran temor de las personas en duelo. Sino buscarle un lugar en lo más íntimo de nosotros mismos, un lugar donde la muerte no puede llegar… Un lugar donde seguir queriéndolo hasta nuestro último aliento y, al mismo tiempo, que nos permita abrirnos de nuevo a la vida.
Es mucho más largo de lo que solemos creer
¿Cuánto tiempo va a durar esto? El duelo dura mucho más de lo que, en general, se piensa. Existe la creencia errónea de que pasado el primer año, ya tenemos que estar bien. Además suele haber cierta prisa en familiares y amigos; quieren vernos ya recuperados cuando en realidad todavía nos queda mucho por hacer. Tú mismo también puedes tener prisa por ponerte bien, por dejar de sufrir, por seguir con la vida de antes… Por ejemplo, en la muerte de un hijo, podemos necesitar de 3 a 5 años. En la muerte de la pareja de 2 a 3 años, sabiendo que el dolor irá disminuyendo con el paso del tiempo. Cada duelo, como cada persona es distinto y, por lo tanto, no todos los duelos duran lo mismo y, por ello, todos pueden ser perfectamente normales. Además, el tiempo del duelo no es indicativo de la intensidad de nuestro amor.
El duelo te cambia
No podemos tampoco pretender volver a ser otra vez los de antes: el duelo inevitablemente te cambia. La personas que han pasado esta experiencia reconocen que el duelo les ha hecho crecer, madurar, valorar más lo que es realmente importante, salir de si mismas, amar mejor, ser mejores personas, más sensibles y solidarias con el dolor de los demás… Y que, aunque es verdad que hayan sufrido mucho, entienden que era necesario hacer este camino.
Continuar el camino
La muerte de un ser querido marca un punto de inflexión en la vida de una persona como muestra el poder de la ausencia. Sin embargo, la vida continúa y el ser humano tiene una enorme capacidad de resiliencia.
Existen entidades de ayuda social como el ‘Teléfono de la Esperanza’ que imparten cursos sobre superación de duelo que pueden resultar de interés para todos aquellos que están pasando por una situación de estas características. Es un entorno amable en el que podrás compartir vivencias con personas que han pasado por un proceso semejante. El apoyo y la sensación de pertenencia a un grupo de personas que entiende la problemática resultan de gran utilidad y de mucha ayuda.