La connotación cultural y popular que tiene el concepto de autoexigencia no se suele corresponder al que tenemos los profesionales de la salud.
Se suele dar a la autoexigencia un sentido positivo en tanto que se asocia al esfuerzo, a la voluntad, a la constancia y a la persistencia en conquistar algo que nos proponemos. Pero este sentido que se le da y que recoge aspectos importantes y positivos del concepto, omite los factores más perjudiciales que hacen de la autoexigencia un patrón de comportamiento poco saludable.
Conocer los propios límites
Muchas veces queremos hacer las cosas bien y nos esforzamos para que así sea, y eso está bien porque es la manera de tener proyectos y evolucionar. El problema lo tenemos cuando por los motivos que sea queremos ir más lejos de nuestras posibilidades reales y alcanzar metas inaccesibles más allá de la lógica.
¿Dónde está la frontera entre lo que nos gustaría y lo que podemos hacer?
En primer lugar debemos tener en cuenta nuestros conocimientos y capacidades respecto a lo que queremos conseguir y también nuestras fuerzas: capacidad de trabajo, capacidad de gestión, facilidad para delegar y nuestros recursos psíquicos y físicos en función de lo que queremos emprender.
La línea que separa lo que podemos abarcar y lo que no, no es rígida ni inamovible, de lo contrario no podríamos avanzar, sin embargo a veces, nosotros mismos la convertimos en una barrera si nos proponemos algo inaccesible.
¿Cómo podemos localizar esta frontera?
Es una zona intermedia llena de oportunidades que está situada entre nuestros deseos y nuestra realidad. El secreto está en explorar e identificar nuestras posibilidades reales ante un reto y esto requiere un mínimo de autoconocimiento que nos servirá para medir sin miedo cuáles son nuestros límites reales, ya que si no lo hacemos, los podemos convertir en limitaciones y esto nos impedirá avanzar y construir.
Lo importante no es conseguir el máximo, sino lo mejor posible dentro de nuestras posibilidades reales.
¿Cómo actúa una persona autoexigente?
La autoexigencia suele generar bastante sufrimiento. La persona autoexigente está siempre luchando con un imponderable: el dominio sobre sí mismo.
Confunde lo inaccesible con lo accesible, convierte sus retos en obligaciones y acaba siendo un esclavo de la autoexigencia por no conocer sus propios límites. Y no los conoce porque parte de una baja autoestima que intenta aumentar a toda costa de una manera errónea, demostrándose y demostrando a los demás que puede con todo lo que se propone. Ésta labor está abocada al fracaso al nacer de una idea ilusoria que no ha contrastado con la realidad.
Su autoimagen está distorsionada y se mueve en dos direcciones que parecen contradictorias y sin embargo son complementarias:
- Una dirección que parte de su baja autoestima y que le lleva a la voluntad de ser «el mejor» , a demostrarse que puede con todo lo que emprende y que va más allá que las demás personas, lo que tiene como objetivo la valoración de sí mismo: cuantas más cosas consiga mejor voy a ser.
- Y la otra, parte de una autoimagen idealizada que utiliza como prototipo de cómo le gustaría ser, pero que lo aleja de sí mismo y que va ligada a la necesidad y búsqueda de reconocimiento: cuánto mejor lo haga más me van a querer.
Espero que os haya servido y que a partir de hoy reviséis los comportamientos que hemos visto que son contraproducentes para alcanzar un bienestar. En el siguiente post os hablaré de cómo afecta la autoexigencia en las relaciones personales y en el ámbito laboral.