«La paradoja curiosa es que cuando me acepto como soy, entonces puedo cambiar» Carl Rogers.
Cuestiones determinantes como la posibilidad de alcanzar nuestras metas, de sentirnos bien y felices, de relacionarnos con el otro de forma positiva y adecuada, dependen, de una manera o de otra, de la AUTOESTIMA.
Según J. Gill, en «Indispensable Self-Esteem«, la persona con baja autoestima puede tener los siguientes síntomas:
-Autocrítica rigorista, tendiente a crear un estado habitual de insatisfacción consigo misma.
-Hipersensibilidad a la crítica que le hace sentirse fácilmente atacada y a experimentar resentimientos contra sus críticos.
-Indecisión crónica, no tanto por falta de información sino por miedo exagerado a equivocarse.
-Deseo excesivo de complacer: no se atreve a decir «no», por temor a desagradar y perder la simpatía del otro.
-Perfeccionismo o autoexigencia de hacer «perfectamente», sin un solo fallo, casi todo lo que intenta; lo que puede llevarle a sentirse muy mal cuando las cosas no salen con la perfección exigida.
-Culpabilidad neurótica: se condena por conductas que no siempre son objetivamente malas, exagera la magnitud de sus errores y/o los lamenta indefinidamente, sin llegar a perdonarse por completo.
-Hostilidad flotante, irritabilidad a flor de piel, siempre a punto de estallar incluso por cosas de poca importancia; propio del supercrítico a quien todo le sienta mal, todo le disgusta, todo le decepciona y nada le satisface.
-Tendencias defensivas, un negativo generalizado (todo lo ve negro: su vida, su futuro y, sobre todo, su sí mismo) y una inapetencia generalizada del gozo de vivir y de la vida misma.
Martín Ross, en «El Mapa de la Autoestima», explora la situación de la persona abandonada por su pareja. La falta de autoestima da ocasión a la dependencia; dependencia emocional que puede ser extrema. Si la persona vuelve, el abandonado puede volver a sentirse una persona y a considerarse digno de valor. Si no vuelve, solamente merece despreciarse a sí mismo y condenarse a una vida de infelicidad.
La aparición de “estrategias” para «recuperar» a quien nos ha abandonado, solamente profundiza la baja de autoestima.
Ante una ruptura hay dos situaciones: aceptar la derrota de haber sido abandonado o emplear una estrategia equivocada para intentar seducir nuevamente.
A veces la falta de autoestima puede dar ocasión a dificultades en el arte de seducir al otro; la persona se enmascara en lo que cree que gusta, y cree que sirve, o cree que se espera de su rol (según si es hombre o mujer) y no demuestra su propia autenticidad, que es lo que le hace especial. Así los problemas de autoestima pueden generar un problema de miedo extremo a la soledad, y este miedo es, justamente, el que puede hacer fracasar una pareja, o impide la seducción en una relación nueva.
Según Martín Ross, la Alta Autoestima está directamente relacionada con la seducción, entendida como la capacidad de desatar la suave locura del amor romántico. En este sentido, el autor se interna en la problemática de las distintas formas de seducción que utilizan los hombres y las mujeres a partir de la autoestima.
La Alta Autoestima es, entre otras características, lo que da pie a una mayor autenticidad en la forma de vincularse y potencia las capacidades de seducción para concretar una nueva pareja, o para mantener el «amor romántico» y permitir así que dure y se consolide la pareja actual.
Me despido de vosotros con la famosa frase de Erich From:
«El amor a los demás y el amor a nosotros mismos no son alternativas opuestas. Todo lo contrario, una actitud de amor hacia sí mismos se halla en todos aquellos que son capaces de amar a los demás«.