¿Cuántas veces te has hecho el propósito de eliminar un hábito y acabas tirando la toalla?
Ponerte en forma, mejorar tu Inglés, gestionar mejor el tiempo, dejar de fumar, leer más, disfrutar más de la familia…
Los gimnasios, las escuelas, las editoriales de entregas por fascículos , los cursos a distancia, etc. tienen muy claro que cuando venden más es después del verano y después de Navidad. Nos hacemos propósitos que luego acabamos por abandonar o postergar.
¿Por qué sucede?
Nuestro cerebro no tiene una sola mente. Tiene dos. En psicología sabemos que el cerebro funciona simultáneamente con dos sistemas: el lado racional, conocido como sistema consciente y reflexivo, que es la parte que mira hacia el futuro, delibera y analiza. Y el lado emocional, que es nuestra parte instintiva que siente el dolor y el placer.
Está claro que cuando nos proponemos ir más al gimnasio, lo decidimos con la parte racional, y cuando no lo cumplimos, es la parte emocional la que funciona y nos intenta convencer, total, ya irás otro día, ahora ya es muy tarde, y hoy has caminado mucho… las emociones nos convencen de que es mejor dejarlo para otro momento.
Jonathan Haidt, psicólogo social y profesor de Liderazgo en la Escuela de Negocios Stern de la Universidad de Nueva York explica en su muy recomendable libro titulado “The Happiness Hypothesis: Finding Modern Truth in Ancient Wisdom” que nuestro lado emocional es un elefante y nuestro lado racional es su jinete.
A simple vista es obvio pensar que el jinete es quien manda (en teoría, así es) por eso lleva las riendas. Pero el elefante es mucho bicho para ser doblegado por algo tan pequeño y, a menos ambos que vayan muy alineados, la disputa está asegurada y normalmente será el elefante el que gane.
Nuestro Elefante, o lado emocional e instintivo, es perezoso y caprichoso, busca la gratificación inmediata (una cerveza) ante la gratificación a largo plazo (perder barriga). Normalmente cuando no cumplimos nuestro propósito, suele ser culpa del Elefante. El jinete acaba exhausto de intentar conducir al Elefante por donde él no quiere pasar. Pero también tiene cosas muy buenas, es determinado y si de verdad está convencido de algo lo consigue, porque energía no le falta. Tiene sentimientos nobles como la solidaridad, el afecto, la pasión…
El jinete en cambio es planificador, le encanta el largo plazo, analizar y evaluar la mejor opción en todo, pero muchas veces pretende cosas que son demasiado ambiciosas o distintas. El Elefante es un animal de hábitos, no le gustan los cambios, y menos con prisas. Necesita su tiempo y muchas razones para hacer algo distinto a lo habitual.
Probablemente tú también conozcas a muchos Jinetes cansados de intentar mover a su Elefante para un sitio muy lógico, pero nada motivador ¿verdad?
Y es que es relativamente fácil decidir hacia dónde tenemos que ir, pero hacerlo, es otra cosa. El papel lo aguanta todo. Pero si un propósito de cambio personal no tiene en cuenta cómo se comporta el Elefante, está claro quién va a ganar.
¿ Cómo conseguimos que el Elefante nos haga caso?
La respuesta simplista sería, poco a poco y con mucha paciencia. Pero vayamos un poco más a fondo. Imaginemos que ya sabemos lo que queremos cambiar y queremos ponerlo en práctica. Nos ha costado mucho decidirnos a hacerlo pero finalmente, lo tenemos ¿qué sucederá ahora? pues que tendremos que ganarnos a nuestra parte emocional (al Elefante). De nada sirve imponerse algo, los “TENGO QUE” o “DEBO HACER” son una lacra, sustituye el DEBO por el QUIERO, de esta forma tu decisión de cambiar será una ELECCIÓN y no una OBLIGACIÓN. Cuando elegimos lo que queremos hacer aparece un sentimiento de integración y no de imposición. La integración supone un convencimiento por querer dar los pasos que nos conducen al cambio.
¿Por qué se resiste el Elefante?
Básicamente por desconocimiento. Nos oponemos por sistema a todo lo que no conocemos. Es muy importante decirnos, qué va a cambiar y qué va a seguir igual.
El segundo nivel de resistencia es el pleno convencimiento de no poder cambiar. Confía en ti. Sí puedes.
El tercer nivel de resistencia al cambio es el más duro, aunque también afecta a menos gente. Se produce en las personas que sencillamente no quieren cambiar, ya que consideran que les perjudica o que les obliga a salir de su zona de confort. Eso te lleva a sentir que estás en desacuerdo con el cambio porque te hace pensar que te será muy difícil abandonar hábitos que tienes muy arraigados.
Finalmente, la causa más común de que la gente no quiera cambiar es la incertidumbre. No saber qué va a pasar y no poder predecirlo les pone en contra.
¿Y cómo se arregla esto?
Para vencer o neutralizar toda esta resistencia, la única forma efectiva que conozco se llama IMPLICACIÓN y está claro que esto es tarea del Jinete
Convéncete de que el cambio es importante . Date los argumentos de para qué quieres cambiar y da el primer paso.