El tratamiento psicoterapéutico suele comenzar con un malestar tan incómodo que no nos queda más remedio que acudir a un profesional en busca de soluciones…hasta ahí lo que todo el mundo sabe…
Una vez ya en el proceso, se produce en primer lugar una toma de conciencia a través de la verbalización y exposición de los síntomas qué nos impiden funcionar de forma efectiva en nuestra vida cotidiana. Después a base de hacer las preguntas pertinentes podemos ir dirigiendo la atención a las sensaciones que la persona tiene respecto a la situación que le angustia, o a la relación en la que surgen los conflictos. A continuación vamos profundizando en las emociones implicadas, así como en los pensamientos y las creencias profundas que sostienen los comportamientos que de una u otra forma contribuyen a mantener una situación NO deseada.
Sesión tras sesión vamos descomponiendo el problema que le incomoda, ampliando así el nivel de consciencia, fijándonos en las circunstancias externas que lo describen y las reacciones internas que se le despiertan, con esta información se diseña la intervención que provoca un cambio positivo para el paciente.
Es fundamental “darse cuenta” de lo que sucede para poder cambiarlo. Es el primer paso en todo proceso de crecimiento personal.
La terapia ofrece la oportunidad de que la persona experimente una serie de cambios, internos y externos, elegidos por ella y dentro de sus posibilidades, que le permiten tener más opciones para resolver sus problemas, aliviar sus síntomas, la aceptación de sus límites, la satisfacción de sus necesidades actuales y la consecución de las metas en su vida.
El fin de la terapia, entre otros, es dotar de autonomía al paciente para la resolución de sus problemas, el desarrollo saludable y el bienestar.
La relación terapéutica
La relación que se establece entre el psicólogo y el paciente se llama relación terapéutica. En esta relación el terapeuta ofrece al paciente una implicación comprometida en su bienestar y curación a través del reconocimiento de la persona y sus vivencias, de la validación de sus experiencias y del conocimiento de las estrategias de afrontamiento que ha elegido a lo largo de su vida.
Conforme la terapia avanza vamos descubriendo las funciones y el sentido de las creencias del paciente, los procesos defensivos y las conductas “desadaptativas” que el paciente posee proporcionándole así las herramientas para que resuelva los conflictos, revise sus decisiones y se facilite el proceso de desconfusión para que el paciente pueda redescubrirse y desarrollar así sus potenciales e incorporar nuevos modelos de afrontamiento y de resolución de problemas.
La despedida
Una parte, muy importante es la “Despedida”. La relación terapéutica se acaba cuando el paciente alcanza sus metas y objetivos explicitados al comienzo de la terapia y su conducta es autónoma, de modo que el proceso de crecimiento continuo se desarrolle sin necesidad de la ayuda de un terapeuta.