Algunas personas pasan mucho tiempo enfadadas, explotan, gritan, sienten un fuego en el estómago que les domina y estallan.
¿Qué es el enfado?
El enfado supone una negación de la realidad, una realidad que no nos gusta, que nos hiere. Sentimos el enfado como un puñetazo y reaccionamos con rabia y agresividad, ya sea hacia fuera exteriorizándolo; o hacia dentro reprimiéndolo. En ambos casos, siempre que nos enfadamos, algo se altera por dentro y reaccionamos atacando en una actitud de defensa. La cuestión es que esa supuesta defensa, contra quien primero arremete es contra nosotros mismos.
El enfado es como una piedra ardiendo que a quien primero quema es a quien la lanza.
Nos enfadamos contra lo que no aceptamos
El enfado es directamente proporcional al nivel de nuestras exigencias e inversamente proporcional a nuestro nivel de aceptación. Es decir que los enfados nos dan una pista de la capacidad de tolerancia y aceptación que tenemos. Además, si nos fijamos en nuestros enfados descubriremos nuestros puntos débiles y quienes son las personas y/o situaciones en las que deseamos ejercer más control. Curioso verdad? Dedica cinco minutos a recordar tu último enfado y comprueba esto que estamos comentando.
Cuando nos enfadamos lo que realmente tenemos es un conflicto de aceptación con esa persona o situación.
Piensa de nuevo en lo que te enfada. Ya lo tienes? Pues son los puntos flacos de tu inteligencia emocional. Lo que más te duele. Lo que no controlas y quieres desesperadamente dominar.
A mayor ego, más motivos para el enfado
Otra pista que nos presenta la frecuencia e intensidad de nuestros enfados tiene relación con el tamaño de nuestro ego. Cuanto más gigante es nuestro ego, más fácil es que cualquier acontecimiento nos perturbe. Cualquier detalle será considerado como una ofensa, una mirada te puede resultar hiriente, gestos o actitudes de nuestro entorno pueden entrar en confrontación con un ego demasiado hinchado al que todo le toca. No somos tan importantes, ni tan gigantes, ni estamos tan presentes en la vida de todo el mundo para que cualquier cosa que digan, miren, piensen o sientan tenga que ver precisamente con nosotros.
Controlar versus reprimir
Cuando sentimos las consecuencias del enfado a menudo nos preguntamos ¿por qué no lo controlé? ¿por qué es tan difícil controlarlo? ¿por qué me ha vuelto a pasar si me juré que no lo iba a volver a hacer?… La respuesta está en que nuestra “paz interior” nuestra estabilidad es más débil que nuestros hábitos cotidianos que afianzan contiguamente nuestras tendencias más destructivas permitiendo que nuestra luz interior se apague. Controlar y reprimir no es lo mismo. Cuando reprimimos lo que estamos haciendo es negando y eso no consigue que dejemos de sentir. Si reprimimos el sentimiento está ahí, molestando y probablemente se siga gestando con más fuerza, calentándose como una olla a vapor conforme surgen reiteradamente situaciones similares que nos dolerán mas y mas, hasta que llegue el momento del estadillo.
Controlar, sin embargo, no implica dolor alguno. Podemos contestar o no al supuesto ataque o comentario mal intencionado, pero no hay molestia. Hay comprensión y aceptación por el punto de vista del otro.
La mejor manera de combatir un enfado es evitándolo.
¿Cómo evitar un enfado?
- Realiza tres inspiraciones profundas. Cuando estamos enfadados nuestro cuerpo se vuelve tenso, y respirar profundamente ayudará a disminuir esta tensión.
- Entender por qué estamos enfadados. Debemos actuar como detectives y encontrar aquellos tipos de situaciones, personas o eventos que nos despiertan ira. Así podremos evitarlos más fácilmente.
- Expresémonos. Pero sin hacer más daño. Expliquemos a los demás cómo nos sentimos, de una forma tranquila y comunicativa.
- Cambiemos de entorno. Paseemos durante cinco minutos y tomemos un poco de aire fresco. O pon la radio a tope y canta a pleno pulmón!
- Miremos las cosas en una escala de grises, y no en blanco o negro.
- Reconozcamos que la vida a veces es injusta y que en ocasiones quienes nos hacen enfadar no tienen razón.
- Dejemos ir a las cosas que están fuera de nuestro control. Sólo puedes cambiarte a ti mismo y tus respuestas frente a los demás. No puedes cambiar lo que los otros te hagan a ti.
- Y por último, perdonemos. Quizá sea la estrategia más difícil, pero sin duda la más efectiva.
Cuanta energía desperdiciamos en enfados…muy interesante estrategia para pasar por ellos con menos desgaste!
Gracias!