La psicología, como dice Martín Séligman, creador de la psicología positiva, es decepcionante hasta el momento, pues se ocupa sólo de lo patológico; hay que esperar en el consultorio que lleguen los enfermos, no se ha hecho casi nada de prevención y promoción que es lo que debería ocuparse la psicología realmente, pues se supone que es una ciencia de la salud, no de la enfermedad.
Según palabras de Séligman,, en su libro «La auténtica felicidad», «Los mejores terapeutas no sólo curan los daños, sino que ayudan a la persona a identificar y desarrollar sus fortalezas y virtudes». El terapeuta debe intervenir también por encima de cero, es decir, trabajar también con personas que gocen de óptima salud psicológica con el fin de prevenir enfermedades psicológicas; el gozar de buena salud no quiere decir que estemos exentos de enfermarnos. Cuanta razón tiene Martín Séligman.
La psicología positiva es una rama de la psicología, de reciente aparición, que busca comprender, a través de la investigación científica, los procesos que subyacen en las cualidades y emociones positivas del ser humano, durante tanto tiempo ignoradas por la psicología.
La importancia de la psicología positiva radica en que es un campo dedicado al mejoramiento de la calidad de vida. Es cierto que el tema del mejoramiento de la calidad de vida ha estado dominado por trabajos insustanciales, basados en pensamientos y opiniones de la gente, en contraste a la rigurosidad científica. Sin embargo, la psicología positiva brinda estudios bien sustentados en el área, que respaldan cambios posibles y reales.
El nombre de Psicología Positiva no quiere decir que la otra psicología sea negativa: simplemente se hace énfasis en actitudes y emociones positivas, en potenciar fortalezas y fomentar comportamientos que garanticen una buena calidad de vida.
El perdón como recurso psicológico
Como lo plantea Séligman, para tener felicidad duradera hay que tener emociones y actitudes positivas dirigidas al pasado, presente y futuro; el perdón es una actitud dirigida al pasado y nos garantiza una paz interior que nos permite estar sanos, tanto física como psicológicamente. Perdonar es cambiar la percepción de lo sucedido, es tener en cuenta que el malo es el comportamiento, no la persona que lo tuvo; es entender que como seres humanos cometemos errores, y muchas veces éstos nos afectan directamente. Como dice un escrito: «La falta de perdón es como un tóxico que tomamos a gotas cada día, hasta cuando finalmente termina por envenenarnos».
Muchas veces pensamos que el perdón es un regalo para el otro, y no nos damos cuenta de que los únicos beneficiados somos nosotros mismos.
Sin embargo, aprender a perdonar no es una cuestión sencilla, ni un simple acto en la vida de cada persona. Por eso en ocasiones es necesario pedir ayudar a un profesional para que nos ayude. Perdonar es un proceso que requiere valor, autoestima alta, amor y entendimiento. Cuando una persona perdona a quien le ha hecho daño, se libera de la opresión y del rencor. La persona a la que te niegas a perdonar no es más infeliz, ni sufre las consecuencias de tu falta de perdón, por el contrario, el que más sufre por ello eres tú, ya que vives con una enorme carga emocional que pesa y no te deja disfrutar de las cosas bellas que tiene tu vida.
Cuando el dolor que sentimos es grande puede dificultar la tarea de perdonar, lo que lleva a las personas a vivir con rabia y rencor. Conviene trabajar esas emociones para que el coraje se diluya y dé paso a otras emociones ocultas que impiden cerrar ese episodio doloroso.